Hace unos años me convertí en ciudadano estadounidense.
Pero mi camino no empezó ahí.
Llegué con mi familia, cargado de sueños… y también de temores.
Sin conocer el sistema. Sin garantías. Solo con fe.

Apliqué a una Visa L1 de inversión, establecí mi empresa, mi esposa pudo desarrollarse profesionalmente y mis hijos estudiar con tranquilidad.
Fue duro, pero posible.

Hoy miro atrás y solo puedo decir:
Sí se puede.
Este país sigue siendo tierra de oportunidades para quien decide construir con visión y compromiso.

Gracias a quienes me ayudaron en el camino.
Y gracias, USA, por dejarme servir desde este nuevo lugar.